viernes, 26 de junio de 2015

Yayo Herrero, Ecofeminismo en Leganés

La activista Yayo Herrero, estuvo en Leganés el 23 de Junio hablando de una buena confluencia entre el feminismo y la ecología. 

Cómo dos corrientes hacen aflorar lo perjudicial  que es un sistema basado en un modelo cultural cuyos desequilibrios tanto ecológicos como sociales, llevan a una serie de crisis, y hacen que las personas que viven en ellos, pierdan la calidad de vida esencial en pos de un nivel de vida insatisfactorio en insostenible.

El tema de los tiempos, los cuidados, las exigencias del cumplimiento de roles, las tensiones generadas por la demanda que de nuestras vidas y de los recursos del planeta que hace el patriarcado. Yayo, nos abre el un camino de respiro social y medioambiental a través del conocimiento y la participación. Haciendonos conscientes de términos reales como las tasas de retorno, los picos de extracción, los indicadores basados en la calidad de vida y no en los sistemas productivos, poniendo el acento en la calidad de vida social, y no en un sistema que para sobrevivir, no puede dejar de producir aunque acabe con el planeta que lo acoge y someta al 80% de la raza humana del mismo.


Este vídeo fue de otra ponencia que se enmarca en el curso "Transiciones a la sustentabilidad: alternativas socioecológicas" 

viernes, 19 de junio de 2015

¿ Y tú de quien eres? Villalón de Campos

Mirador del Autillo, Tierra de Campos
Habíamos quedado en que la pregunta que da titulo tanto al blog, como a las dos primeras entradas, me fue repetida con los años en el pueblecito de Villarramiel, en Palencia. Una tarde de agosto, en el que nos dio la locura rural y nos escapamos mi madre, mi padre y yo, en el Renault 7 a recorrer espacio y tiempo para volver primero a Muñico y después recalar en Villalón de Campos.

Villarramiel, era un pueblecito que mi padre guardaba en su memoria, por pasar allí mi abuelo largas temporadas, trabajando como pastor, y siempre recuerda que allí, había una casa preciosa que quiso comprar en tiempos, para quedarse a vivir en ella, y es donde querría estar ahora.

Cuando la pregunta cayó de la boca de aquella mujer, fue mi padre el que junto a mi madre se acercó para contestarla definiendose así mismo.
-Soy Miguel, el hijo de la Hipa!!!
Al decirlo creo que mi padre engordó algún que otro kilo de orgullo, y a partir de ahí, entre ayes emocionados, besos y abrazos, la reconexión de mi padre con aquel pueblo, pasó a estar consumada.
Aquella reconexión continuada después en Villalón, me llevó atrás en el tiempo, hasta mis tíos, tías y mi padre, a los que se les presentaron proyectos de vida prometedores, y salieron de aquel pueblo grande e importante, hacia las ciudades del norte, para trabajar en la construcción, la siderurgia, y  hacia la capital de España, para ser la cocinera de señores muy finos. Porque todo hay que decirlo, la primera en "progresar" fue mi tía.
Tras salir del pueblo, ya no había límites, mi padre cruzó los Pirineos en tren, hacia Suiza, donde un franco valía 14 pesetas, cosa que ya sabía yo mucho antes del estreno de la película del mismo nombre.

Mi tía, la primera que salió de Villalón, sintió que debía compartir las maravillas de la capital con sus seres queridos, y tiró de mis abuelos y otras dos tías, haciendo sin darse cuenta, que aquellos perdieran un poquito su identidad. Mi abuela dejó de ser La Hipa, respetada y consultada en el pueblo, para ser la Señá Socorro,  y donde mi abuelo, dejó de ser el mejor pastor y quesero de Villalón de Campos, con un premio y todo por la calidad de su queso de "pata mulo", a criar pájaros y pasear por la Plaza Vieja, viviendo en un piso de Puente Vallecas con vistas a la Avenida de la Albufera, con más coches que la M40.

Atrás quedó toda la sabiduría quesera, y de comercio de avellanas, golosinas caseras transmitida por mi bisabuela. La cría y manejo de perros de pastoreo y de reconocimiento de los cambios meteorológicos, mejor que cualquier aplicación de ese tipo que podamos llevar hoy en el móvil. 

De aquellos conocimientos, sólo sobrevive el de cómo adobar la carne, que hasta mí ha llegado y mi querencia hacia el campo.

Tras sumergirme en recuerdos y en la memoria de mis mayores, me queda a mí una curiosa pregunta. Conocedora de los flujos de migración que llevaron a miles de campesinos y campesinas españoles de su campo, a las ciudades, porque aquello era progresar, y viendo las consecuencias que el abandono del campo, sus conocimientos y tradiciones, han traído consigo. ¿Qué puedo hacer yo para compensar, en la medida de lo que sé y lo que puedo saber, aquella pérdida tan enorme de población entre la que se encontraban mis mayores?
Lo primero que me propongo es devolverle la dignidad, el reconocimiento de los conocimientos y de una forma de vida que fue tan dura, como respetable, igual que el trabajo digno en cualquier sitio.
Después, como poco hacer visible esa realidad, que no quiero que desaparezca, y que mi mayor deseo es que la re-vuelta al campo fuera posible, viable y con sentido de mejora de nuestro campo.

Cualquiera que viviera aquellos años, diría que en los pueblos había mucha miseria, trabajos sin descanso de sol a sol, y un estancamiento en todos los sentidos que no invitaba a permanecer en ellos, ¡y este es el problema! ¿quien se querría volver al campo en unas condiciones, nada halagüeñas y similares a las de antaño?

La respuesta es clara. Recuperar y conservar la cultura, usos y tradiciones propios de las tierras, establecer modelos económicos locales viables y modernizados, apoyados en un sistema de conocimientos complementarios cultural y tecnológicamente. Esto a su vez legitimado socialmente por sus vecinas y vecinos.

Una base tradicional, en la que la ciencia y la tecnología facilita una mejor calidad de vida a sus gentes.
Que cuando haya un estudio para desarrollar este o aquel plan de desarrollo, entre el equipo "multidisciplinar" efectivamente así lo sea, y estén las personas que cuentan con el conocimiento vernáculo, esto es, el que es propio de esa tierra.

En la entrada de Muñico, digo algo, que aunque suena jocoso y un tanto verderón, el tamaño en cuanto a pueblos, sí importa. ¡Y tanto! Al irse vaciando de gente, los pueblos van perdiendo peso en cuanto a derechos de servicios se refiere. La administración sólo los facilita a partir de un número de vecinos. Farmacias, ambulatorios, hospitales, lineas de transportes, mejoras de infraestructuras...aquello que realmente es necesario para llevar una vida en un lugar que no invite a abandonarlo.

Y ahora te miro y desde el otro lado de tu pantalla te pregunto; y tú ¿de quien eres? Piensa qué te relaciona con tus pueblos, qué se ha perdido en el camino y qué se puede rescatar del paso del tiempo y del polvo acumulado. Pregunta a tus mayores, y si no están, haz una visita a aquellas tierras que los acogieron, relacionarse nunca ha sido malo y quizá no esté todo perdido, es más, quizá os encontréis a vosotr@s mism@s.

viernes, 12 de junio de 2015

¿Y tú de quien eres? Muñico

Antiguo depósito de agua de Muñico


Fuera aparte que esta pregunta nos lleve a una canción del grupo "No me pises que llevo chanclas", o en estos momentos a las pasiones por el fútbol o momentos de crisis de identidades políticas, a mí, esta pregunta me lleva directamente a Muñico, en concreto al de principios de los 80. Aquí pase casi todos los veranos de mi infancia. Si unimos esto a que las navidades las pasaba en Vallekas, con "K", por su puesto, y el resto del año en Leganés, pueblo pepinero y cerealista convertido en ciudad dormitorio por excelencia, puedo decir que he sido una niña que conoce la zona urbana, periurbana y rural con cierto criterio.

Mi padre, procedente de  Villalón de Campos, pueblo importante y agraciado con el gordo de la lotería de navidad de 1984, decía del de mi madre, que "aquello era una aldea", comparado con el suyo. Así que, en lo que respecta a los pueblos, ¡el tamaño si que importa!

Lo cierto es que tanto Muñico como Villalón, no han parado de perder población en una pendiente descendente, más acusada en el primero y más suave en el segundo.

¿Y qué interés tendré yo en ninguno de estos pueblos? te estarás preguntando. Pues porque da igual el nombre, pero seguro que tú también estás vinculadx a una tierra a la que tú o tus padres pueden llamar "mi pueblo", haz memoria, seguro que hay recuerdos propios o de tus mayores, y quizá estés descubriendo una "máquina del tiempo familiar".

El trato dado a mi pueblo materno, siempre ha sido bastante despreciativo; chico, feo, de fiestas pueblerinas y casi abandonado, según las voces capitalinas.

Yo sin embargo, recuerdo el agua en tinajas frescas, el pescadero, el panadero y el frutero en furgonetas Renault, plantando su género en la plaza del pueblo, junto a los carros de dos ruedas gigantes, donde por la tarde nos subíamos a jugar.
 
El Ayuntamiento cerrado, y las noches frescas de verano.
Lo mejor de todo era cuando te montaban en trillo, en "la era", e ir a refrescarnos a las huertas las tardes de mucho calor y acabar bebiendo agua fresca de la noria movida por un borriquillo.
La figura del coche de linea, que por lo que sé, ya no va por allí más que un día a la semana, en la carretera, ahora mejorada y por la que cada vez llega menos gente al pueblo.

La casa de la Tía Damiana, ahora casa rural, donde por las noches se jugaba al julepe y se hablaban de las cosas que pasaban en el pueblo. (allí todos eran tíos o tías, en plan familiar. Es más, a una amiga de mi madre la estuve llamando tía, hasta que de mayor no encontraba los vínculos sanguíneos que nos unían, luego, me dió una vergüenza absurda y no se lo volví a llamar)

Un día que fui no siendo verano, me di cuenta, que el pueblo había menguado y aquella plaza, en la que yo jugaba, apenas tenía gente y las casas parecían ser muy pequeñas. Fue la primera señal de que los pueblos menguan hasta desaparecer si las personas se van de ellos.

La pregunta de marras llegó una tarde en que nos encontramos a una paisana cerca del depósito de agua;  
-¿Y tú de quien eres?
Yo me quedé muda, no sabía que fuéramos propiedad de alguien. Fue mi madre la que contestó;
-La nieta del Tío Federico.
Fue la primera vez que reconocí que allí tenía unas raíces que me hacían de aquel pueblo, como una consecuencia de él, que se había alejado en el tiempo y en el espacio, pero donde aún existía un vínculo.

Esas raíces que me llevaban hasta el pastoreo trashumante de mis tíos y el de mi abuelo. De mujeres que lavaban en el río o en el lavadero, e iban con cántaros a la fuente a por agua o a por novio, según se terciase.

Esa pregunta hecha años después en Villarramiel me llevó en el espacio y en el tiempo hacia Tierra de Campos...pero eso lo dejaré para la siguiente entrada, que esta se está alargando mucho, y creo que el campo lleva un ritmo más acompasado a la tierra y al Sol, que a las velocidades de subida y descarga de Internet.

Por si os interesa os dejo un enlace de un video bastante ameno sobre la trashumancia de la vaca negra avileña, así en plan homenaje. Qué miedo me daban aquellas vacas!!!

Dedicado a la memoria de mi madre y de esas tierras que con el mismo silencio doliente,
 van desapareciendo. 13/03/2017. No te olvido.